Movimiento Obrero en Costa Rica
En la primera mitad del siglo XX, Costa Rica presenció un significativo movimiento de base popular, que alcanzó su mayor influencia entre los años treinta y cuarenta y ocho. Este período estuvo marcado por la crisis económica de 1929 a 1933, la cual afectó los niveles de vida de la población urbana y la producción agrícola, generando condiciones propicias para la emergencia de movimientos sociales.
Las clases populares se manifestaron contra diversas injusticias del sistema, aunque solo un pequeño segmento se unió al Partido Comunista de Costa Rica, el cual abogaba por un cambio global en la sociedad oligárquica. Los artesanos y productores de manufacturas buscaban la protección estatal para sus negocios, mientras que los obreros urbanos, portuarios y de plantaciones luchaban por la recuperación salarial y el derecho a la libre organización sindical.
Por su parte, el campesinado pobre reclamaba acceso a tierras improductivas, los consumidores exigían controles de precios y servicios de salud accesibles, y los agricultores de productos de exportación buscaban relaciones económicas más equitativas con las casas exportadoras. Además, las comunidades urbanas demandaban mejoras en las condiciones de vida, mientras que los intelectuales y profesionales liberales criticaban la dominación imperialista, especialmente en los sectores de los monopolios bananeros y eléctricos.
Este movimiento social de los años treinta influyó en las políticas estatales, que hasta entonces habían sido bastante indiferentes hacia las condiciones de vida y trabajo de las clases populares. Ante una crisis que no amenazaba el orden social oligárquico, los poderes legislativos actuaron de manera dispersa, atendiendo aspectos vitales de las condiciones laborales y de vida de las clases populares urbanas.
Las protestas y manifestaciones de descontento de los artesanos, obreros urbanos y de plantaciones, influyeron en medidas estatales que mejoraron las condiciones de trabajo, empleo y salario mínimo en algunas áreas. El Estado también legitimó la demanda de servicios urbanos y favoreció la colonización de tierras baldías mediante decretos con apoyo técnico y financiero.
La Segunda Guerra Mundial provocó nuevos desajustes económicos que ampliaron la protesta social, especialmente en áreas urbanas. Esta crisis contribuyó a consolidar un movimiento sindical sólido, que coordinado a nivel nacional junto con otras fuerzas sociales, como campesinos empobrecidos y sectores medios politizados, impulsaron la inclusión de garantías sociales en la Constitución Política de 1941 y la promulgación del Código de Trabajo en 1943.
Para lograr estos cambios institucionales, se llevaron a cabo diversas acciones como reuniones políticas, marchas campesinas, paros sindicales y movilizaciones populares entre abril de 1942 y septiembre de 1943. Estas medidas, junto con otras relacionadas con el alquiler de viviendas y la especulación comercial, tuvieron un impacto directo en la mejora de las condiciones de vida y trabajo de los habitantes urbanos, reflejando las demandas ciudadanas expresadas en diversas formas de acción colectiva.
Situación de las Mujeres
En la década de 1920, durante la lucha contra la dictadura de los Tinoco, se organizaron actividades para la campaña electoral del Partido Reformista en 1923, destacando la participación fundamental de las mujeres. Aunque carecían de derechos políticos plenos, las mujeres se sumaron activamente a las reivindicaciones sociales del partido, desempeñando roles en la propaganda, distribución de papeletas y participación en eventos públicos. Este movimiento político representó una experiencia novedosa en Costa Rica, dado que hasta entonces la participación de las mujeres en la política era escasa en otros partidos. Sin embargo, enfrentaron resistencia conservadora patriarcal que impidió el sufragio femenino hasta mediados del siglo XX. En 1923 se fundó la Liga Feminista, integrada por mujeres de clase media y alta, maestras, intelectuales y estudiantes, quienes lideraron la lucha por el reconocimiento de sus derechos sociales, civiles y políticos. Este período inicial del movimiento feminista estuvo marcado por la participación activa de las primeras generaciones de mujeres maestras que accedieron a la educación superior y al espacio laboral público. A lo largo de los años siguientes, la Liga Feminista se involucró en diversas áreas de lucha, como la oposición a la discriminación salarial y la solicitud del derecho al sufragio femenino al Congreso. Además, abogaron por mejores condiciones de vida para las mujeres trabajadoras, quienes enfrentaban la explotación capitalista tanto como mujeres como madres. Las maestras también desempeñaron un papel protagónico en las luchas sociales y políticas, tanto en el Partido Reformista como en el Partido Comunista a partir de 1930. Aunque el voto femenino no fue su principal enfoque, abogaron por la participación de las mujeres en movimientos populares y la mejora de las condiciones laborales y educativas, sentando así las bases para futuros cambios en las relaciones de género y los movimientos feministas en Costa Rica.
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